Voz quebrada pero firme, mirada magnética y un lenguaje corporal que no pide permiso: Laaza se sitúa fuera del molde, y precisamente por eso, brilla con fuerza propia. Su universo sonoro bebe del pop alternativo, la jota y de la electrónica minimalista… pero no se casa con ningún género.
La suya es una estética mutante, en constante construcción, como ella misma.
Después de emocionar al público con Canciones para Olvidarte (2024), una colección de baladas confesionales que resonaron como susurros de desamor en habitaciones vacías, Laura Aznar —alias Laaza— se prepara para su siguiente mutación sonora y emocional.
Laaza no es solo un nuevo nombre artístico. Es una criatura en construcción. Una artista que se permite mutar, dudar, caer y levantarse. En tiempos donde todo se fabrica en masa, ella apuesta por la artesanía emocional. Y eso, hoy, es profundamente revolucionario.